sábado, 8 de marzo de 2025

JOSÉ IGNACIO DE NAZARET

Al habérselas con Jesús, el hombre tiene que ver
con lo último posible, no con algo todavía previo.

José Ignacio González Faus, Acceso a Jesús

Al habérselas con la realidad desde la sabiduría de Jesús, cualquier persona tiene que ver con lo último posible, se podría decir hoy

En todos los sitios donde pueda quiero dejar constancia de mi admiración y cariño por José Ignacio, Chalo, como le llamamos con la ilusión o jactancia de quien está apegado a una gran persona, de ser partícipe de su inmensa labor de renovación. Y en mi caso esa cercanía se dio con motivo del profundo cambio de la Teología de la Liberación y de la liberación de la religión, la superación de la ley, el templo y el mal que se nospega como garrapata a nuestra débil libertad.

Escribió un día que Jesus de Nazaret era la persona que menos había exigido a los hombres y más había logrado de ellos. Y yo quiero atribuirle a Jose Ignacio algo parecido, que es la persona que menos nos ha adoctrinado y examinado y el que más nos ha enseñado y animado. Quien más nos ha inspirado; aunque fuera con uno solo de sus “titulares” o expresiones tan significativas y rompedoras que solía tener. Esas proteínas de sabiduría evangélica que se han quedado para siempre en nuestra memoria y van sedimentando el profundo cambio de la religión sacral, del revival nacional católico a la fraternidad que empieza en los pobres. Desde abajo, con sinceridad frente a cualquier autoengaño.

Lo conocí en San Cugat en el inicio de los 70 cuando la ruptura sociopolítica y teológica, el Vaticano II, el antifranquismo, Mayo del 68 y los inicios de la Teología de la Liberación. Cuando la Misión Obrera y los curas rojos. Un poquito después de ese contexto reflejado en la reciente película “EL47”

Luego, en Zaragoza, un grupo de jesuitas en formación, compaginamos, excepcionalmente “a distancia”, el trabajo manual con los estudios de teología. Chalo fue nuestro tutor de cristología. Eran años de largas jornadas en el tajo, de las inmigración rural, cuando se trabajaban 10 o incluso 12 horas. Y sobre todo años de grandes tensiones y de “discernimiento” por acercar nuestra fe a la izquierda obrera, al ateísmo cultural y científico, y divorciarla del fariseísmo curial y la hipocresía capitalista.

Reuniones y más reuniones hasta las tantas de la madrugada y levantarse a la 5 o las 6 para ir al curro con el estómago ardiendo. Que si la lucha de clases era cristiana, si la salvación era liberación, que si la solidaridad era o no un concepto tan rico como el de la caridad, si el sacerdote podía militar en partidos de izquierda, si eran compatibles Marx y la Biblia, si cabía una lectura “materialista” del evangelio, etc.

También y de modo Incipiente nos acercamos esos años a las reflexiones sobre la secularidad. Queríamos ser sinceros para con Dios, habitar la ciudad secular y no nos daba excesivo reparo hablar de la “muerte de Dios”. Y en nuestros ratos más personales nunca faltó la lectura o la escucha esclarecedora y reconfortante de José Ignacio.

Tres conversiones han jalonado la experiencia de fe de muchos de los que nos hemos exiliado de la religión y los templos, de los y las que hemos dejado la vivencia intensa y al pie de la letra del símbolo o Misterio de la Redención, de la divinidad literal del Hijo de Dios que nos sentaba a la derecha política del Padre, del entender la fe como un creer en lo que no se ve.

Tras ese primer fundamentalismo la segunda conversión, la del Vaticano II, la del cristianismo del creer es comprometerse y de la Teología de la Liberación… Y el tercer momento es el que en muchos sitios se adjetiva como posreligional y posteísta, el de la deconstrucción de todas las adherencias dogmáticas y ficcionales de la tradición. El momento actual de una espiritualidad autónoma, laica, en una pertenencia menos confesional que yo llamo la Internacional de la Esperanza, la convergencia de todas las religiones y humanismos en un ámbito global de confianza en la realdad donde la sabiduría de Jesús tiene mucho que decir. El ideal del Reino que movía al nazareno, al Jesús que anduvo en el mar más que al del madero.

Y por esas sucesivas convulsiones creyentes, con Jose Ignacio me pasa algo parecido a lo que me ocurre con los grandes teólogos de todos los tiempos, desde Agustín o el de Aquino, a Rahner y Teilhard, por ejemplo, que si no fuera por su sincero y noble teísmo yo no estría ahora en esta convicción posreligional y posteísta. Y los dichos y hechos de Chalo están tan dentro de nuestra generación, ya en el ocaso todo sea dicho, por ser precisamente quien nos acercó al Jesús de Nazaret de la humanidad más acá del Sagrado Corazón de Jesús tan jesuítico.

De la firme convicción en la Resurrección como motivo de la singularidad cristiana, he sido llevado a una comprensión más natural y más cercana a la modernidad tardía, más centrada en la bella bondad de la razón creyente que en la certeza de una particular revelación religiosa. Las nuevas epistemologías y una comprensión no dualista y emergentista de la realidad me han cambiado tambien la interptación
religiosa. Estoy más cerca del ecumenismo interhumano y de todos los movimientos por la justicia global y el cuidado del planeta, de los movimientos sociales, el ecologismo, el feminismo, la resistencia ante la insignificancia y la búsqueda de la igualdad y la paz. De la defensa de una democracia radical que trasciende toda ética y política concreta y se prolonga en una educación cívica abierta a la esperanza. Como muchos. Y la primera grieta del muro se la debemos a Chalo.

Éstas llamadas son mas extensibles y libres que las vividas anteriormente con cierto fundamentalismo y exclusividad salvífica, más valoradas hoy como la nueva imagen de un Jesús de Nazaret universal anticipado por Chalo. Una persona como nosotros, que nos llama seductoramente a una generosidad libérrima desde los más vulnerables.

Yo no hubiera aterrizado en este post-cristianismo sin haber pasado por la liberación integral de la “Nueva humanidad”. Jesus no nos llamo a ser religiosos o cristianos junto a otras religiones sino que nos animó al “Reino” de todos. Por eso mi cariño y agradecimiento va tan lejos.

Ayer Jose Ignacio se sumergió en el Mar común de los inmigrantes pobres, el mismo Mediterráneo donde nació, y alcanzó la orilla de una paz perpetua.

Santi Villamayor, La Almozara, Zaragoza, 9-3-2025

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