sábado, 30 de enero de 2021

 

2020, la pandemia y la vida de nuestras comunidades



Si el COVID19 ha alterado prácticamente el ritmo de casi todas las facetas sociales, económicas y políticas de la vida, no podíamos esperar que dejara de afectar al desarrollo de la vida comunitaria.

El aislamiento y la negación de posibilidad del “roce” entre las personas impuesto por las restrictivas normas del confinamiento, ha sido un golpe duro para la posibilidad de la comunicación, base fundamental del desarrollo de nuestras comunidades. La elevada edad de muchas personas en bastantes de los grupos comunitarios que en bastantes casos carecen de adiestramiento en el manejo de medios técnicos de comunicación social, ha acentuado el aislamiento entre ellas y como consecuencia inmediata el ralentizamiento de la vida de la comunidad.

Habría que añadir que las limitaciones de una vida confinada y el efecto sicológico consecuente ha dinamitado en cierta manera la dinámica de actuación solidaria hacia los demás, elemento sustancial de cualquier seguidor de Jesús.

Sin embargo y paradójicamente, lo que en principio puede ser considerado como negativo, ha tenido también un efecto contrario, al dinamizar y animar a explorar otros medios de comunicación (viedoconferencias, encuentros on-line, whatsapps, etc.) que poco a poco han permitido superar las dificultades antes descritas.

Incluso se ha participado en encuentros o jornadas de otros colectivos, presentaciones de libros o conferencias on-line de una forma más asidua al “disfrutar” de mas tiempo en casa al estar limitados en los movimientos.

Y no hay duda que en circunstancias adversas, se han desatado actividades de solidaridad y apoyo a colectivos mas vulnerables o expuestos; quizás haya podido influir en esta activación de un sentido más solidario, el vernos todos atrapados en una situación compartida de mayor dificultad, haciéndonos mas conscientes de nuestra propia fragilidad.

A lo mejor no sería muy aventurado añadir como conclusión que la pandemia ha cuestionado nuestra rutina comunitaria, a la vez que ha abierto condiciones de posibilidad para una nueva forma de desarrollo de nuestras comunidades, donde la solidaridad y el cuidado de los demás nace de la conciencia de nuestra propia vulnerabilidad.
Manuel Alejandre (CCP Torrero I)

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