sábado, 25 de abril de 2020


Obispos subsidiados. Miguel Santiago. En Portal de Andalucía, 23/04/2020


Miguel Santiago. Andaluz, natural de Córdoba, y ciudadano del mundo. 
Profesor. Implicado en el movimiento social, 
que apuesta por los derechos humanos, 
la igualdad, la interculturalidad y la interreligiosidad. 
Miembro de Comunidades Cristianas de Andalucía.
Publicación en Portal de Andalucía 

A Jesús de Nazaret, según los Evangelios, le preocupaba fundamentalmente la grave situación económica y social de su pueblo, oponiéndose y criticando severamente a un poder, a un sistema, que no solo le volvía la espalda a la mayoría de la población, sino que incluso lo explotaba, lo hacía siervo y esclavo, y se deshacía de él sin el menor escrúpulo. Jesús de Nazaret convivía con la pobreza, que se encontraba en cualquier esquina, aldea, campo o ciudad. Su principal discurso, las Bienaventuranzas, lo comienza apostando por las personas empobrecidas, porque de ellas es el “Reino de los Cielos”. Jesús apostó por los pobres-pobres (nada de endulzarlo con la traducción de pobres de espíritu, invento posterior de Mateo), por los hambrientos, los que no tienen techo, los que no tienen tierra para cultivar y trabajar, los niños muertos de frío y de hambre, las mujeres rechazadas y lapidadas por un patriarcado que las degradaba y las mataba. Para Jesús “El Reino” no es una promesa para después de la muerte, es un estado de vida digno para el presente, que después de veinte siglos podemos traducirlo en la Carta Universal de los Derechos Humanos. Para Jesús el mayor de los pecados fue el del rico Epulón que deja al pobre Lázaro en la calle y con el plato vacío. Este es el verdadero pecado del mundo, no los relacionados con alcobas y placeres da la vida. Para Jesús Dios toma partido por los empobrecidos, por las injusticias y desigualdades de este mundo. Pero no solo opta por los pobres, sino que maldice a los ricos como bien expresa en la segunda parte de su discurso de las Bienaventuranzas. Maldice a los ricos que están hartos de la buena vida, los que desprecian a los pobres, riéndose de ellos con inquina, minusvalorándolos.


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