Una emotiva memoria
de Plácido Díez
sobre nuestro amigo
Jesús Gil
“La memoria es una obligación. Una responsabilidad para que nunca jamás no sea una promesa vacía”.
Palabras hermosas que se escucharon el pasado miércoles en una sesión extraordinaria del Parlamento europeo.El mensaje del Parlamento europeo: en estos tiempos que nos retornan ecos de los años 30 por el avance de las fuerzas de extrema derecha, de los líderes viriles y de los discursos de deshumanización y de odio, tenemos que estar más que nunca del lado de la dignidad, de la esperanza y de la humanidad.
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Como lo estuvo durante toda su vida en Zaragoza, y doy un aventurado salto de memoria desde lo global a lo local, Jesús Gil García, un cura que nunca quiso dejar de ser cura centrado siempre en mejorar la vida de los demás especialmente la de las clases populares, de los vulnerables, en el barrio del Picarral y en Balsas de Ebro Viejo.
Familiares, amigos y conocidos le despedimos en una ceremonia civil en el cementerio de Torrero el pasado martes, un día después del Día Internacional por las Víctimas del Holocausto instituido por la ONU.
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Jesús Gil sufrió una conversión radical en Bolivia a principios de los 70. Junto con otros cuatro compañeros, recién ordenados sacerdotes, fueron a evangelizar a Cochabamba y todos regresaron evangelizados por la cercanía a los pobres y expulsados por orden del arzobispo y del dictador Hugo Banzer.
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