Aunque el relato que trascribimos
se refiere al genocidio en Gaza,
no podemos olvidar los múltiples
conflictos armados en otras partes
del mundo donde la violencia
arrasa los derechos de las personas.
Desde Amnistia Internacional nos recuerdan que los ataques israelíes han matado a más de 50 personas este fin de semana en Gaza. Ya son más de 45.000 desde que comenzó la ofensiva militar en octubre del año pasado.
Amnistía Internacional nos remite el doloroso relato de un compañero en Gaza.
Te escribo desde mi tienda de campaña en Khan Younis. Hemos acabado aquí después de huir de Rafah. Toda mi vida como padre se reduce a proteger (o intentar proteger) a mi familia. Y asegurarles al menos algo que se parezca a una vida decente (aunque no se acerque ni de lejos).
Cuando salgo cada día a documentar crímenes y violaciones de derechos humanos, intento concentrarme en mi trabajo. Pero imagínate entrar en un hospital para informar sobre un ataque y descubrir que los heridos proceden de un bombardeo cerca de la tienda de tu propia familia.
Corrí al servicio de urgencias aterrorizado ante la posibilidad de encontrar a un familiar entre los heridos. Escaneé todos los rostros que entraban en el hospital. Intenté desesperadamente llamar a mi familia, pero fue en vano. La cobertura era mala. Finalmente, recibí un mensaje de texto de mi mujer, asegurándome que seguían vivos.
Siempre he escuchado con mucha atención los testimonios de las personas supervivientes. He entrevistado a docenas de ellas. Todas son meras supervivientes de una guerra que ha aniquilado a familias enteras. Imagínate salir de tu casa entre bombardeos, destrucción, olor a pólvora y cenizas. Sólo para embarcarte en una agonizante vida en el desplazamiento.
La vida en una tienda de campaña es deshumanizante. La vida en una tienda de 4 por 5 metros es sofocante. Te pesa en el pecho. Te hace sentir como si el mundo entero conspirara para hacerte sufrir.
Imagina que tu hija de 14 años te dice que necesita un par de zapatillas nuevas. Pero no puedes hacer nada. No hay zapatillas que comprar. Eres un padre incapaz de proteger los pies de su hija.
Mientras escribo estas palabras empieza a llover. Lo que antes era un signo de alegría se ha convertido en un presagio de desastre. La visión de los desplazados que luchan por salvar sus tiendas de las inundaciones me deja totalmente impotente. Despojándome de lo poco que me queda de humanidad.
No son las mejores noticias para terminar el año, pero ya sabemos que lo que no se cuenta no existe y por eso es importante que conozcamos lo que está pasando.
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