jueves, 22 de agosto de 2024

 

José Arregui 22/07/2024/en Reflexiones /

El Sínodo en un callejón sin salida


No esperaba que este cuarto Sínodo del pontificado del papa Francisco, al igual que los tres primeros, fuera a dar ningún paso decisivo en el camino de la irrenunciable y urgente reforma institucional de la Iglesia Católica Romana. Visto lo visto hasta ahora, no podía pensar que pudiera llevar a cabo la condición indispensable de una tal reforma: la supresión del obstáculo estructural fundamental, a saber, el modelo clerical jerárquico. El Instrumentum Laboris que acaba de publicarse me reafirma en mi escepticismo: el clericalismo sigue intacto y cerrado. Y eso significa que este Sínodo, como los anteriores, está condenado a un callejón sin salida.

En este documento que servirá de base de reflexión para la segunda sesión ordinaria de los obispos en el próximo octubre, se siguen distinguiendo y separando claramente dos tipos de servicios y poderes en la Iglesia: los “ministerios” y poderes que dependen de la decisión comunitaria – histórica, contingente, variable –, y los que dependen de la voluntad divina – eterna, absoluta, inmutable –. Los primeros son ministerios y poderes comunes, vienen de “abajo”, y cualquier bautizado adulto/a puede desempeñarlos, si la comunidad lo/la designa para ello. Los segundos son ministerios y poderes superiores, “ordenados” (diáconos, sacerdotes” y obispos), vienen “de arriba”, son conferidos por Dios a sus “elegidos” (en griego klerikói) a través de un rito o sacramento de “ordenación” válidamente ejecutado por un obispo; estos ministerios superiores solamente pueden ser desempañados por varones, y otorgan en exclusiva el poder de absolver los pecados y de presidir la eucaristía o misa convirtiendo el pan y el vino en “cuerpo y sangre” de Jesús.

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Así llevamos décadas, siglos y milenios, metidos en el callejón sin salida del clericalismo. No será posible un verdadero sínodo, un camino compartido, una Iglesia de hermanas y hermanos, libres e iguales, mientras no se derribe el muro, el sistema, el modelo clerical. Y este Instrumentum laboris no lo rompe, ni lo cuestiona, ni lo ve siquiera, a pesar de que dos veces utiliza el término “clericalismo” e incluso denuncia sus “efectos tóxicos” (n. 35; cf. n. 75).

Pero el Espíritu (gran ausente de este documento) no se deja poseer ni se deja encerrar. El Espíritu vibra en el corazón de todos los seres sin excepción y sin exclusión. El Espíritu es el verdor de la vida, el movimiento, la relación, la creatividad universal, la novedad permanente. El Espíritu atraviesa todos los credos y sistemas, muros y murallas, y abre sin cesar nuevos caminos de luz y de aliento.

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