martes, 12 de septiembre de 2023

Hermano obispo -- Revuelta de mujeres en la Iglesia de Asturias

Enviado a la página web de Redes Cristianas
11 de septiembre de 2023


Hermano obispo,
Como tanta gente de nuestra comunidad política y de nuestra Iglesia, estamos consternadas por su reciente homilía en Covadonga el día de Asturias.
Sonó como una bofetada en la cara de todas las autoridades presentes, especialmente del presidente Barbón, que estaba allí representando a todos los asturianos.
Y era, usted mismo lo dijo, el momento de reconocerse en Covadonga como “punto de partida siempre… y abrazo festivo de la comunidad”. Es el momento -dijo usted al final- de “ir al encuentro del otro para que lo mejor de él salte de alegría porque se siente acogido y respetado, sin señalamiento ni linchamiento alguno”.
Pero no fue así. No fue una homilía para unir sino para dividir y señalar. Dibujó usted un panorama desolador, para, a base de indirectas y en un lenguaje alambicado, decir que “se violenta todo lo logrado”, se levantan muros y “se malbarata a capricho el estado de derecho”.
Fue una mirada inmisericorde, unilateral, que solo adoptan los profetas de las desgracias.
Nos ha dolido que no hubiera ni una sola alusión concreta a Asturias, ni a la Iglesia asturiana, en un discurso abstracto que contraponía la reacción digna de una mujer herida por la guerra de Ucrania con el desastre nacional. ¿Había que irse tan lejos para encontrar ejemplos de coraje y fidelidad a los principios cristianos? No.
Luego, en pocas líneas, arremete contra la agenda 2030, que deja de ser un acuerdo de las Naciones Unidad hacia un horizonte de respeto al medio ambiente -a la Casa común que dice el Papa Francisco- para ser pura ideología. Elimina así de un plumazo también la encíclica del papa, la Laudato sí, cuando está a punto de publicarse la segunda parte, y que ha sido reconocida mundialmente como una de las miradas más lúcidas sobre el desastre medioambiental y las amenazas que conlleva. Contrapone usted la ecología con el respeto a la vida, ¡qué contradicción!
Es, simplemente, la ocasión de meterse con el gobierno por el aborto y ley de eutanasia.
También de un plumazo se carga al feminismo; cita el testimonio de Irina, “no manipulada en su condición femenina”, que no se deja arrastrar por tanto “empoderamiento, postureo y tanta zafia mediocridad”.
Queremos decirle que muchas mujeres en la Iglesia somos feministas y agradecemos a este movimiento las aportaciones que ha hecho y hace a la igualdad y la mejora de la condición femenina y el progreso social. Y creemos que tenemos que tomar nota de ello dentro de nuestra Iglesia.
Además, el hecho que ha puesto en pie de guerra no sólo al mundo femenino sino a buena parte del mundo del deporte, el beso robado del presidente de la Federación Española a Jennifer Hermoso al concluir el mundial femenino con el triunfo de la selección española, es para usted “la leyenda del beso.” ¡Qué incapacidad para entender las causas del malestar profundo expresado estos días, detrás del que hay tantos abusos de poder y tanto comportamiento ilegítimo de los varones en el mundo del deporte!
La sensibilidad que se ha desarrollado hoy, también en tantos hombres, para dejar de considerar normal los abusos sobre la mujer es un “signo de los tiempos” a leer con ojos de creyente, y no una causa menor y risible.
Porque para el cristiano, Dios se manifiesta en la realidad, está aquí con nosotros, y es un Dios encarnado al que podemos ver en los otros. La Iglesia tiene que revelarlo, y anunciar en lo concreto la alegría del evangelio: que vivir por y para los demás nos hace mejores, esa es la plenitud de amor que se nos anuncia y se nos pide.
Vivir también en comunión y respeto con la madre tierra, nuestra casa común.
Tenemos un país con problemas, sin duda, y actualmente polarizado, pero repleto de buenas actuaciones, de esfuerzos por mejorar la vida colectiva desde todos los ámbitos, también desde el político, con todas sus deficiencias. Nos sentimos parte de ese esfuerzo y a él queremos contribuir como cristianas.
Reconociendo la buena nueva en nuestras vidas y no reduciendo el evangelio a una ideología con la que golpear la cabeza del otro. España -y Asturias- no es, “un albañal”, es decir, un lugar lleno de inmundicia, sino un proyecto de convivencia y de trabajo colectivo para el bien común; siempre en construcción, siempre difícil, pero también capaz de movilizar nuestras mejores energías para ello.
Critica usted la ideología e invoca la necesidad de conciliación. Pero no escapa usted de ella. Y hace así un flaco servicio al bien común al humillar a las autoridades regionales, presentando la imagen más repelente de una iglesia instalada en su papel de reñidora, superiora moralmente, que invoca principios
abstractos que siempre sirven para lo mismo: disparar contra el gobierno.
Deslegitimándolo, como se desprende de su discurso, no ayuda usted a ninguna convivencia sino que alienta esos discursos de odio que tienen detrás siglas políticas muy concretas. Usted no se distancia de la ideología, adopta otra claramente para arremeter contra las autoridades en el momento en que tiene la
atención total de los medios.
Evidencia así un talante poco franciscano, un talante soberbio; nos gustaría que nuestro obispo tuviera sin embargo una actitud de respeto, de reconocimiento de lo logrado en la vida colectiva, de cooperación y mano tendida. Porque la denuncia profética, a la que también se invita al cristiano, ha de estar basada en la realidad, no en una abstracción ideológica, y ha de reclamar la justicia y el bien común, y no echar un manto de crítica agria sobre todo.
Los cristianos, en todo caso, no estamos fuera de la realidad lamentable que pretende describir, sino dentro. Y el Evangelio, nuestra riqueza, no siempre lo anunciamos y lo vivimos, no siempre somos coherentes; reconocer nuestras limitaciones con un talante humilde es mejor carta de presentación para llevar a la vida pública el principio esencial del cristianismo: la caridad.
El amor es la ley que engloba a todas las demás, amor a nuestro prójimo como a nosotros mismos: “la plenitud de la Ley es el amor”, nos decía precisamente una de las lecturas de este domingo (Rom 13); el evangelio aludía, además, a la corrección fraterna (Mt 18, 15-20). Y eso hacemos en esta carta, corregirlo fraternalmente en público, como pública ha sido su homilía el día de la Santina.



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