Hacia una plena presencia
-Reflexión pastoral sobre la interacción en las Redes Sociales
Aunque sigue habiendo personas que cuestionan la presencia de la Iglesia en la esfera digital, si nos radicamos en el 'Id y anunciad' evangélico, la misión es incontestable: estar donde la gente está
El estilo cristiano debe ser reflexivo, no reactivo, también en las redes sociales. Por lo tanto, todos debemos tener cuidado para no caer en las trampas digitales que se esconden en contenidos diseñados expresamente para sembrar el conflicto entre los usuarios provocando indignación o reacciones emocionales.
Debemos estar atentos a no publicar y compartir contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar la división, incitar al conflicto y ahondar los prejuicios. Por desgracia, la tendencia a dejarse llevar en las discusiones acaloradas y a veces irrespetuosas es común en las interacciones en línea. Todos podemos caer en la tentación de buscar la "paja en el ojo" de nuestros hermanos y hermanas (Mt 7, 3) lanzando acusaciones públicas en las redes sociales, fomentando divisiones en la comunidad eclesial o discutiendo sobre quién es el más grande entre nosotros, como hicieron los primeros discípulos (Lc 9, 46). El problema de la comunicación polémica y superficial -y, por tanto, divisiva-, es especialmente preocupante cuando procede de los líderes de la Iglesia: obispos, pastores y destacados líderes laicos. Éstos no sólo causan división en la comunidad, sino que también autorizan y legitiman a otros a promover un tipo de comunicación similar.
Ante esta tentación, a menudo la mejor línea de acción es no reaccionar o reaccionar con el silencio para no dignificar esta falsa dinámica. Se puede afirmar con seguridad que este tipo de dinámica no ayuda; al contrario, causa un gran daño. Así pues, los cristianos están llamados a mostrar otro camino.
Las redes sociales pueden convertirse en una oportunidad para compartir historias y experiencias de belleza o de sufrimiento que están físicamente lejos de nosotros. De este modo, podemos rezar juntos y buscar juntos el bien, redescubriendo lo que nos une[47]. Ser activos significa participar en proyectos que inciden en la vida cotidiana de las personas: proyectos que promueven la dignidad humana y el desarrollo; que tienen como objetivo reducir las desigualdades digitales; que promueven el acceso digital a la información y la alfabetización; que promueven iniciativas de cuidado y de recogida de fondos para los pobres y marginados; y que dan voz a los que no la tienen en la sociedad.
Los desafíos a los que nos enfrentamos son globales, por lo que requieren un esfuerzo de colaboración global. Por ello, urge que aprendamos a actuar juntos, como comunidad y no como individuos: no tanto como "influentes individuales", sino como "tejedores de comunión", poniendo en común nuestros talentos y habilidades, compartiendo conocimientos y sugerencias.
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