domingo, 6 de octubre de 2024

Infobae Cultura publica un fragmento 
de “El espíritu de la esperanza”
un libro donde el filósofo surcoreano
Byung-Chul Han 
propone abandonar el miedo y el resentimiento, 
verdaderas amenazas para la democracia

Para pensar...


Byung-Chul Han sorprende con un mensaje positivo: “Recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir”

Es uno de los filósofos más influyentes y respetados del momento. Todos lo conocen. Byung-Chul Han, nacido en Seúl, Corea del Sur, y formado en Berlín, Alemania, presentada una mirada profundamente crítica sobre el capitalismo, puntualmente al régimen neoliberal dominante, generalmente oscura y negativa, pero esta vez, en su nuevo libro, hay otra cosa. Ya su título dice mucho: El espíritu de la esperanza, que acaba de publicar en Argentina el sello Manantial.

Los escenarios apocalípticos son diversos y contundentes: guerras, migraciones masivas, atentados, catástrofes climáticas, crisis, pandemias. Hay una inminente amenaza de hundimiento y extinción. En este asfixiante panorama, ¿qué lugar ocupa la esperanza? ”Nos abre tiempos futuros y espacios inéditos, en los que entramos soñando”, se lee en la contratapa. “Posibilita nuevos acontecimientos precisamente cuando más imposibles parecerían”.

En este libro, Byung-Chul Han “emprende no ya un viraje, sino una verdadera superación hacia una alentadora visión del hombre. En el espíritu humano anida la capacidad de hacer fecundo lo más yermo. Precisamente en los escenarios más desoladores el espíritu es capaz de remover ese viento que nos trae aires de esperanza”. A continuación, Infobae Cultura publica un fragmento exclusivo de El espíritu de la esperanza:

Estamos padeciendo una crisis múltiple. Miramos angustiados a un futuro tétrico. Hemos perdido la esperanza. Pasamos de una crisis a la siguiente, de una catástrofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia. La jadeante sociedad de la supervivencia se parece a un enfermo que trata por todos los medios de escapar de una muerte que se avecina. En una situación así, solo la esperanza nos permitiría recuperar una vida en la que vivir sea más que sobrevivir.

Se ha difundido un clima de miedo que mata todo germen de esperanza. El miedo ha sido desde siempre un excelente instrumento de dominio. Vuelve a las personas dóciles y fáciles de extorsionar. La esperanza es la única que nos hace ponernos en camino. Nos brinda sentido y orientación, mientras que el miedo imposibilita la marcha.

La esperanza es una figura dialéctica. La negatividad de la desesperación es constitutiva de la esperanza. También san Pablo subraya que la negatividad es inherente a la esperanza:
Nos gloriamos incluso de los sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento da firmeza para soportar, y esa firmeza nos permite ser aprobados por Dios, y el ser aprobados por Dios nos llena de esperanza. Una esperanza que no defrauda.

No es lo mismo pensar con esperanza que ser optimista. A diferencia de la esperanza, el optimismo carece de toda negatividad. Desconoce la duda y la desesperación. Su naturaleza es la pura positividad. Vive en un tiempo cerrado. Desconoce el futuro como campo abierto a las posibilidades. Nada acontece para él. Nada lo sorprende. Le parece que tiene el futuro a su entera disposición. Sin embargo, al verdadero futuro es inherente la indisponibilidad. El optimista nunca otea una lejanía indisponible.

A diferencia del optimismo, que no carece de nada ni está camino de ningún sitio, la esperanza supone un movimiento de búsqueda. Quizá sea precisamente por eso que nos lanza hacia lo desconocido, hacia lo intransitado, hacia lo abierto, hacia lo que todavía no es, porque no se queda en lo sido ni en lo que ya es. El optimista no necesita razonar su actitud. En cambio, la esperanza no la hay sin más como algo obvio. Nace.

También el pesimista vive en un tiempo cerrado. Está encerrado en la «cárcel del tiempo». El pesimista no se aviene a nada y rechaza todo cambio, sin abrirse a nuevos mundos posibles. Es tan testarudo como el optimista. Tanto el optimista como el pesimista son ciegos para las posibilidades.

Hay que distinguir también la esperanza del «pensamiento positivo» y de la «psicología positiva». La psicología positiva se desliga de la psicología del sufrimiento y trata de ocuparse exclusivamente del bienestar y de la dicha. 
Se reprime la conciencia de que el sufrimiento siempre se transmite socialmente. La psicología positiva psicologiza y privatiza el sufrimiento, mientras que deja intacto el complejo de cegamiento social que lo causa. El culto a la positividad aísla a las personas, las vuelve egoístas y suprime la empatía, porque a las personas ya no les interesa el sufrimiento ajeno.

A diferencia del pensamiento positivo, la esperanza no le da la espalda a las negatividades de la vida. Las tiene presentes. Además, no aísla a las personas, sino que las vincula y reconcilia. El sujeto de la esperanza es un nosotros.

En la Epístola a los Romanos leemos:
«Ahora bien, si lo que se espera ya está a la vista, entonces no es esperanza, porque ¿para qué esperar lo que ya se está viendo?».8 La modalidad temporal de la esperanza es el todavía no. Ella está abierta a lo venidero, a lo que aún no es. Es una actitud espiritual, un temple anímico que nos eleva por encima de lo ya dado, de lo que ya existe. Según Gabriel Marcel, la esperanza está trenzada «en el tejido de una experiencia en curso», metida en una «aventura que aún no ha terminado». Esperar significa «conceder un crédito a la realidad», tener fe en ella, dejarla que se preñe de futuro. La esperanza nos hace creer en el futuro. El miedo, en cambio, nos hace perder toda nuestra fe y resta crédito a la realidad. Por eso, impide el futuro.

El espíritu de la esperanza supone también un avance. Trabaja para avanzar en plenas tinieblas. Sin tinieblas no hay luz.

Hemos entresacado frases y párrafos de la reseña de Infobae; si quieres leer la reseña en su totalidad, accede al siguiente enlace: 

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